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Pula, Rovinj y la naturaleza: visitando Istria, en Croacia

Pula, Rovinj y la naturaleza: visitando Istria, en Croacia

Hace unos años, aprovechando que me encontraba en la bonita ciudad de Trieste, al norte de Italia, decidí tomar un autobús y dirigirme a la región croata de Istria.

Había oído que era un lugar donde podía encontrar de todo: pequeñas ciudades con mucha historia, parques naturales donde la vegetación típica mediterránea enmarcaba aguas cristalinas, comida y bebida buena y barata, y mucho ambiente, sin llegar a saturar. Pues estaban en lo cierto.

Recorrí la zona durante cinco días y me habría quedado otros tantos sin problema.

Pula

Pula ha sido el centro económico y político de Istria desde que los romanos conquistaron estas tierras. Tras ellos, llegaron los venecianos, quienes dominaron la ciudad durante 400 años, y el Imperio austrohúngaro. Esta mezcla de invasores ha dejado un diverso legado arquitectónico y cultural que se ha convertido en un gran activo para el viajero.

Imagen de la costa de Istria

En el casco histórico de esta pequeña ciudad, de unos 70 000 habitantes, deslumbra su gran anfiteatro romano, el sexto más grande de Europa y uno de los que se encuentran mejor conservados. Se puede acceder a su interior por un precio muy económico y merece la pena escuchar las historias sobre la época romana de Pula, los gladiadores y demás, que te cuenta la sensual voz que procede de la especie de zapatófono que te dan a la entrada.

En la pequeña Plaza del Ayuntamiento se encuentra otro de los monumentos romanos de mayor calado, el Templo de Augusto, levantado en el siglo I. Las Puertas de Gemini y Hércules, y el Arco de los Sergios custodian la entrada al centro de Pula desde los siglos I y II.

Imagen del anfiteatro de Pula, en Croacia.

También, como en casi toda población de la zona, existen edificios eclesiásticos de renombre como la iglesia de San Francisco, la capilla de Santa María de Formosa y la catedral de la Asunción de la Bendita Vírgen María, levantada en el siglo VI para dar cobijo a los cristianos perseguidos por los romanos y que más tarde sería saqueada por los venecianos y reconstruida en estilo renacentista.

Da gusto pasear por el casco antiguo de Pula. No existen las aglomeraciones turísticas de otras ciudades croatas más famosas y se respira un aire tranquilo en sus estrechas calles, donde algunos restaurantes acogedores muestran, con buen gusto, la influencia culinaria de la cercana Italia. Es ideal para un buen paseo romántico con nocturnidad y alevosía.

A la mañana siguiente, nos levantamos con energías y alquilamos unas bicicletas para explorar la naturaleza que rodea a Pula.

Imagen de Pula.

Recorriendo en bici el Parque Natural de Kamenjak (Premantura) y alrededores

Recogimos nuestras bicicletas en el mismo centro de Pula y en la oficina de turismo nos dieron un mapa con ocho rutas señalizadas que recorrían casi toda la provincia. Nosotros escogimos la número 8, que discurría junto a la bonita costa hasta llegar a una pequeña península de 5 km que aparecía pintada en verde: Premantura.

En Premantura se halla el Parque Natural de Kamenjak, pero antes de llegar a él tuvimos que sufrir sobre la bici.

Saliendo de Pula en dirección sur, bordeamos la costa recorriendo la Península de Stoja. Calitas de piedra eran ocupadas por algunos jóvenes que tenían la valentía de meterse en el agua helada. Aunque el sol aún no calentaba lo suficiente, el color y la pureza del mar en esta zona te atraen como un imán, olvidando esa molesta sensación que ibas a sentir cuando el agua llegara por encima de tus rodillas.

La pista nos llevó a Veruda primero y Verudela después, para virar hacia el interior y empalmar con la ruta 2. Tras una breve parada de avituallamiento en Vinkuran – un pueblo sin nada que ver- cubrimos el último tramo de gravilla y piedra entre Bagnole y Premantura. El sol ya apretaba y los kilómetros de ruta comenzaban a pesar. El terreno no lo hacía más fácil.

Sin embargo, cuando llegamos al Parque Natural de Kamenjak, vimos nuestros esfuerzos recompensados.

Playas naturales, calas desiertas, bosques de pinos que lamen la costa, aguas cristalinas de distintas tonalidades y con mucha fauna y flora submarina… Un lugar natural de ensueño que hace que desconectar del mundo sea realmente sencillo. Nos pusimos nuestras gafas de bucear y, esta vez sí, no nos importó la temperatura del agua.

Rovinj

La costa de Istria está plagada de pequeños pueblos costeros que bien merecen una pequeña excursión de un día. Rovinj es uno de ellos.

Calle de Rovinj, en Croacia.El primer asentamiento humano en esta zona fue en la época prerromana. Unas tribus construyeron sus casas sobre la isla. Sí, el actual emplazamiento de Rovinj fue una isla hasta que a finales del siglo XVIII, se cubrió con tierra la estrecha franja de agua que la separaba de la costra de Istria.

Rovinj es una de las localidades más turísticas de la zona. No te recomiendo que la visites en los meses de verano, cuando grandes muchedumbres de turitas consiguen acabar con el encanto de esta población por la que pasaron romanos, bizantinos, venecianos, franceses y austríacos.

Paseamos por el puerto hasta alcanzar las estrechas calles del casco viejo. Bonitas casas de colores jalonan este laberinto en el que hay muchas salidas al mar. Visitamos las iglesias de Santa Eufemia, del siglo XVIII, y Santísima Trinidad (XIII) y el Archi dei Balbi (el arco más famoso de Rovinj). Antes de encontrar estos monumentos, dimos con un sinfín de cafeterías, restaurantes y tiendas de souvenirs que en estas fechas (primeros de junio) aún no registraban los llenos absolutos que estarían por venir.

Regresamos al puerto a ver un bello atardecer mientras devorábamos unas cepavice (pequeñas salchicas típicas de la zona) y comenzábamos a pensar en el regreso a nuestra querida Pula.

Recuerda que para pagar todo en tu viaje, necesitarás tener kunas croatas. Podrás cambiar tu moneda por ellas con Global Exchange.

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