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Skopje, esa ciudad donde el gris no es posible

Skopje, esa ciudad donde el gris no es posible

Unas semanas atrás hablaba en este blog sobre el lago de Ohrid y la localidad del mismo nombre en Macedonia. Esta visita formó parte de un viaje de tres días en el que también visité la capital de este país, Skopje, de la que quiero hablar en este blog.

Antes de mi viaje hasta allí, había estado preguntando a otras personas que ya habían visitado esta ciudad qué les había parecido y las opiniones que recibí no podrían ser más dispares. Mientras que unos me decían que les había fascinado, otros decían que no podría haberles gustado menos. Y, en cierto modo, lo entiendo perfectamente. Por que es una ciudad de «me gusta» o «no me gusta», de «volvería» o «no volvería». En resumen, de blancos y negros, sin  cabida para los grises.

Entrando en contexto.

Macedonia es un país de los Balcanes situado en el sureste de Europa, lo que no significa que esté dentro de la Unión Europea. Y si por algo puede caracterizarse su historia es por lo agitada de la misma, como muchos de los países de esta zona europea.

Hasta 1991, la antigua República Socialista de Macedonia fue parte de la República Federal Socialista de Yugoslavia, y no sería hasta este año cuando la misma proclamase su independencia bajo el nombre oficial de República de Macedonia. Pero esto no haría más que acarrearle problemas con Grecia, con quien sigue existiendo una disputa abierta, por el uso del mismo nombre que designa a una región griega: Macedonia.

A día de hoy, Macedonia también enfrenta diversos conflictos a nivel interno, como el hecho de que un cuarto de la población sea albanesa, lo que no gusta al sector nacionalista. De hecho, el día anterior a mi viaje hasta el país, el 28 de abril, se produjeron una serie de disturbios dentro del Parlamento que dejaron una decena de heridos por la elección de un presidente albanés para esta cámara. Esto acarreó múltiples manifestaciones también en las calles de la capital y cortes en diversos servicios públicos.

A esto hay que sumar la sensación generalizada, no solo entre los propios habitantes del país sino también fuera de sus fronteras, de la elevada tasa de corrupción existente entre sus mandatarios.

Riqueza y pobreza a solo unos pasos de distancia.

Pero problemas políticos aparte, lo cierto es que la capital de Macedonia, Skopje, es, cuanto menos, sorprendente. Yo llegué a esta ciudad en autobús desde Ohrid y desde su estación hasta el centro andando y puede que por eso lo primero que me chocase fuese el fuerte contraste que se aprecia en solo unos metros de distancia. El camino desde la estación está lleno de edificios grises que dejan esa sensación de pobreza y desidia en cualquiera que pise esas calles. Pero en el momento que uno aparece en el centro, la estampa cambia por completo.

Lo primero que me llamó la atención fue el blanco impoluto de todo lo que me rodeaba y que, claramente, chocaba con el gris sucio que había visto solo unos pasos atrás. Después de esta sensación visual, llegó hasta mis oídos una música clásica que me transportó a otra época y a otra ciudad. Siendo sincera, en estos momentos tuve la sensación de estar formando parte del decorado de Los juegos del hambre. No podría describirlo de otra manera.

Una vez que salí de mi asombro por tal choque de realidad, levanté la vista y me encontré con una hilera de estatuas perfectamente ordenadas y que parecían no tener fin. Y esta estampa se repitió a lo largo y ancho de toda la ciudad. Más tarde descubriría que este es el resultado del proyecto Skopje 2014 (no exento de polémica por la cantidad de dinero que se desembolsó como resultado de este) por el que se ha remodelado la ciudad para darle un aspecto monumental. Como parte del mismo, se han construido o remodelado unos 20 edificios oficiales y más de 50 monumentos y estatuas de bronce. Monumental no sé, pero llamativo, cuando menos, sí que es.

En este breve momento de estupefacción, pude admirar a mi alrededor el Kameni Most (o puente de piedra), del siglo XV y con el río Vardar entre él, y el espectacular edificio del Teatro Nacional de Macedonia, ambos acompañados, por supuesto, por múltiples estatuas. Dejando el primero a la izquierda y el segundo a la derecha, caminé en línea recta hasta encontrarme, a mi derecha, con la Fuente de las Madres de Macedonia, que representa a la madre de Alejandro Magno, Olimpa, con este en las diferentes etapas de su niñez. Siguiendo en línea recta tras esta, llegué hasta Karsija, el barrio turco, donde multitud de cafés y pequeñas tiendecitas salpican sus angostas calles.

Callejeando por estas en dirección subida, me topé con la Mezquita Mustafa Pasha y como colofón final al caminito de subida, con la fortaleza Kale, que se divisa desde la parte baja de la ciudad y cuya historia se remonta al VI. Pasear por sus murallas da para un rato.

Tras deshacer el camino, tomaría el lado contrario al del río Vardar, por el que fui anteriormente, para llegar a la que, diría, es la estatua más espectacular de Skopje, la de Alejandro Magno, a caballo, hecha de bronce, cuya altura alcanza los 22 metros y que preside la Plaza de Macedonia. Por supuesto, esta tampoco está exenta de polémica por el resquemor que despierta en su vecina Grecia.

Un poco más adelante, y en la calle que queda a la izquierda de esta estatua, se encuentra la Puerta de Macedonia y el monumento de los héroes caídos. Tras estos, visitaría el memorial dedicado a la Madre Teresa de Calcuta (nacida en Skopje, pero criada en Albania) que me esperaba tan grande como la estatua a Alejandro Magno, pero no parece requerir tantas atenciones.

Por último, tendría que dejarme sorprender por algo en la antigua estación de trenes que conserva una parte en ruinas, consecuencia del terremoto que azotó la ciudad en 1963, destruyendo un 80% de la misma y acabando con la vida de más de 1000 personas. Lo curioso de esta es que el reloj, que aún se conserva, está parado en la hora en que se produjo el terremoto ese 26 de julio: las 5:17 horas de la mañana.

Será por todas estas curiosidades que, poco a poco, y en solo un día que estuve andando por las calles de su centro, esta ciudad despertó en mí algo que me lleva a recomendar una visita a la misma a cualquiera que me pregunte por ella, dejando los prejuicios a un lado, pero sin olvidar lo que lleva escrito en su historia.

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© Imágenes: Miriam Gómez Blanes.

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