Encajado entre Jalisco y Querétaro, al norte del D.F. y justo en el centro de México, se encuentra el bello estado de Guanajuato. Montañas, ríos, valles, bosques y páramos yermos componen el colorido mosaico de esta tierra que tiene en su capital, homónima, una de las joyas más preciadas.
La ciudad de Guanajuato es monumental. No en vano, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988, dado su enorme casco histórico perfectamente conservado. Pero su encanto no reside solo en su historia, monumentos, arquitectura o museos. El paisaje que la rodea y la animada vida que le confiere la vasta comunidad universitaria que puebla la ciudad son también motivos fundamentales para que quedes atrapado en su maraña de callejones, plazas, iglesias, teatros, bares, cantinas y miradores.
Uno de estos miradores, el de El Pípila, es uno de los lugares más emblemáticos de Guanajuato y el punto perfecto donde comenzar tu visita a la ciudad. Está coronado por una imponente estatua en honor a Juan José de los Reyes Martínez, vecino que realizó un acto heroico el 28 de septiembre de 1810, en la primera batalla de la Guerra de la Independencia, incendiando la puerta de la Alhóndiga de Granaditas.
Desde aquí puedes bajar hacia el centro a pie o en el moderno funicular que te deja justo junto al famoso teatro Juárez. Este fue inaugurado en 1903, edificado sobre un antiguo convento de los franciscanos y ornamentado por los artistas más habilidosos de la época. El resultado fue una especie de reflejo de la Ópera de París que se convirtió, rápidamente, en uno de los centros artísticos y culturales más importantes de México.
Tras caminar cinco minutos nos encontramos con la blanca fachada de uno de los edificios más bellos de la Universidad de Guanajuato. Es de las más antiguas de América Latina y abrió sus puertas por primera vez en el siglo XVIII como un colegio jesuita para niños. Entre sus mayores logros cuenta la creación del Festival Cervantino, un evento de artes escénicas que es, hoy en día, uno de los festivales internacionales de arte y cultura más importantes de la América hispanoparlante.

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De entre las numerosas iglesias que encontraremos en Guanajuato, hay que destacar la Basílica Colegiata de Nuestra Señora de Guanajuato. A una calle del edificio universitario y el teatro Juárez, su construcción se inició en 1671, lográndose finalizar veinticinco años más tarde. El interior del edificio es de estilo barroco y en él resalta su altar mayor, dorado, que resguarda una imagen de una virgen anónima venida de Andalucía y que se convertiría en la patrona de la ciudad (Nuestra Señora de Guanajuato). Dicen que se trata de la imagen más antigua llegada a América.
Pero no es necesario entrar en los edificios de Guanajuato para enamorarte de una ciudad que parece haberse parado en el tiempo hace un par de siglos. Sí, tan solo dos siglos. Aunque el casco antiguo está lleno de coloridas casas de aspecto colonial, las continuas inundaciones que asolaron la ciudad en distintas épocas provocaron que se fuera construyendo una ciudad nueva sobre la anterior. Finalmente acabaron creando un sistema de túneles subterráneos que canalizaran el agua. Estos han dado lugar a uno de los sistemas de desvío del tráfico más originales que vi jamás. Los coches y autobuses circulan, hoy en día, por todos esos túneles. Es como una ciudad sombría oculta bajo otra esplendorosa.
Los grandes caserones son el testimonio de la época dorada de Guanajuato. Existieron abundantes yacimientos de plata y oro que atrajeron la avaricia de los conquistadores españoles. Las riquezas comenzaron a inundar los estrechos callejones de la ciudad. Son muchos y cada uno tiene una leyenda tras él. El angosto callejón del Beso fue testigo de una trágica historia de amor y hoy sirve de excusa para besar a tu pareja. En el del Truco, algunos aseguran que, en las noches más frías y oscuras, siguen viendo la figura de un hombre, ataviado con capa y sombrero, que se jugó a su ser más querido en una partida de cartas contra el mismísimo diablo, disfrazado de humano. También tenemos el del Infierno, el de la Condesa o el de los Cinco Señores.
Si sois más de museos que de paseos al aire libre, podéis aprender un poco más sobre la historia de las minas en Guanajuato visitando el de la mina de Valenciana o, mejor aún, asombraros (y, quizás, asustaron un poco) en el único museo mundial de momias.
Cuando entré en el museo de las momias de Guanajuato quedé sorprendido. No se trata de los típicos cuerpos embalsamados y envueltos en vendas sino que el proceso de momificación se produjo de manera natural por las condiciones del suelo y el clima de Guanajuato.
La exposición cuenta con unas cien momias, siendo la más antigua la del médico francés Remigio Leroy (fallecido en 1865) y están en perfecto estado de conservación. La expresión facial es lo que más impresiona ya que, al morir, la mandíbula cae y nos deja una mueca como si estuviéramos gritando. Es una visita muy curiosa que no debéis dejar de hacer.
Por la noche podéis cenar y tomaros unos buenos tequilas en cualquiera de los muchos bares que tiene esta ciudad estudiantil donde saben bien cómo divertirse. Los precios son bastante asequibles.
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