Cuando uno escucha la palabra «carnaval» las primeras imágenes que le suelen venir a la cabeza son relativas a la locura del sambódromo de Río de Janeiro, la sobriedad de las máscaras y capas venecianas, las desternillantes chirigotas gaditanas o los trajes monumentales y trabajadísimos del cuasiveraniego carnaval tinerfeño.
Lo que seguro que a casi nadie se le ha ocurrido jamás es pensar en vivir el carnaval al máximo en Alemania.
Los alemanes, con Ángela Merkel a la cabeza, tienen una imagen en España -y diría que en el resto del mundo- de gentes cuadriculadas, meticulosas, serias, trabajadoras, responsables… Bueno, casi de todo menos marchosas y alegres. Pues bien, yo me fui a vivir el carnaval de Düsseldorf al más puro estilo de aquel programa de televisión «Los cazadores de mitos».
Empiezo con una conclusión: el carnaval de Düsseldorf es uno de los mejores que he vivido jamás.
¿Cómo llegar?
Tenéis multitud de opciones para llegar al aeropuerto de Düsseldorf. Yo volé con Air Berlin (para la que el mercado español supone el segundo en importancia a nivel mundial) desde Alicante y fue una buena experiencia.
Sábado y domingo de carnaval
Desembarqué en Düsseldorf el viernes, víspera de San Valentín, y aunque ya había ambiente en bares y restaurantes del centro histórico de la ciudad, la gente velaba sus armas -y disfraces- para el comienzo de la verdadera celebración.

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El sábado por la tarde fuimos a un acto oficial del carnaval organizado en Nachtresidenz, una famosa discoteca cercana a la calle Königsalle, arteria principal de Düsseldorf. Era un desfile/espectáculo de drag queens, acróbatas, músicos y humoristas. Apenas cabía un alfiler en el recinto.
Todo el mundo estaba disfrazado y se entregó por completo a la fiesta y vitoreo de cada uno de los artistas sobre el escenario. Un espectáculo de colorido y música que se alargó durante cuatro horas sin que se nos hiciese pesado.
Tras un final de noche en el que estuvimos bebiendo y bailando de bar en bar, el domingo amanecí, contra todo pronóstico, a una hora decente.
A las 10 de la mañana la calle Königsalle ya estaba tomada por los carnavaleros. Puestos de comida y bebida flanqueaban la avenida junto al canal.
Yo, con mi pobre disfraz de Minion, poco podía hacer frente a auténticas maravillas estéticas y creativas como un hombre en albornoz que cargaba la ducha con él o la escenificación completa de la celebración de no- cumpleaños de Alicia, la del País de las Maravillas. Allí estaba la mesa con la tarta y el té, la reina de corazones, sus soldados-carta, el conejo loco y la bella Alicia. De los mejores disfraces que vi en todo el fin de semana.
El sol lucía alto y la gente disfrutaba paseando, conversando con amigos y desconocidos, bebiendo, cantando y bailando. Yo no daba abasto con mi cámara. Uno de esos momentos en que te alegras de que quedara atrás la época de las cámaras con carretes de 36 fotos.
Finalmente, decidí tomar un respiro y vagué por los bonitos parques y por la playa fluvial de Düsseldorf. La ciudad descansa a orillas del Rhin y tiene una extensa red de zonas verdes y naturales que la convierten en una de las ciudades con mejor calidad de vida de Alemania.
Cuando regresé a la Königsalle al anochecer, algunos aún seguían celebrando con la escasa verticalidad que podían mantener. Yo me fui a velar mis propias armas antes del acto más grande del carnaval de Düsseldorf.
El gran desfile de lunes de carnaval
Este es el acto para el que viven todos los habitantes de la ciudad los otros 364 días del año. Es una locura.
Tuve la suerte de tener un papel algo protagonista en el desfile de carnaval de Düsseldorf y puedo asegurarte que es algo a lo que aspira todo ciudadano a lo largo de su vida. La prueba es que conocimos a un hombre de 83 años que había escrito a las autoridades locales para que le dejaran subirse a una de las carrozas. Era el sueño de su vida y empezaba a pensar que nunca lo podría hacer realidad.
Lo teníamos justo al lado en el punto en el que se reunían todos los participantes del desfile. Casi 70 carrozas completaban la procesión de alma pagana carnavalesca. Similar a las Hogueras o Fallas de la Comunidad Valenciana, muchas de ellas escenifican críticas a la clase política, la actualidad o personajes famosos. Pero también había barcos piratas, estadios de fútbol, coches de caballos de cuento, trenes de brujas… De todo, incluyendo una nutrida representación japonesa. No en vano, en Düsseldorf habita la mayor comunidad nipona europea después de la existente en París.
Nos pusimos en marcha sobre la 1 de la tarde.
El desfile fue una locura. Transcurrió por las calles del centro donde la gente nos esperaba ansiosa y alegre. Todo el mundo cantaba, nos saludaba, bailaba y reía. Sus disfraces eran, a menudo, mucho más llamativos que los nuestros. Los niños, acompañados de sus padres, nos pedían, desde las primeras filas, que les lanzáramos caramelos. Nuestras «municiones» consistían en caramelos masticables, bolsas de palomitas dulces y paquetes de pañuelos de papel. Sí, yo también pensé lo mismo («¿pañuelos de papel? »), pero en países tan fríos parece que hacen buena falta.
La generosidad extrema que mostramos al principio del recorrido hizo que llegáramos a las últimas calles sin tener nada más que ofrecer a las miles de personas que nos esperaban. Al menos les dimos nuestra música y baile, de dudosa calidad ambos.
Casi a las 5 de la tarde nos bajábamos de la carroza y buscábamos un sitio donde reponer fuerzas. La adrenalina había abandonado mi cuerpo y sentí un cansancio tremendo. Pero había valido la pena.
¡El carnaval de Düsseldorf es un evento que no puedes perderte el próximo año! Pero recuerda que la moneda en curso en Alemania es el euro por lo que si perteneces a otro país de la eurozona, es aconsejable que cambies tu moneda en cualquier oficina de Global Exchange.